15 diciembre 2019 – MARÍA ANTONIETA HAGENAAR

Pablo Neruda y María Antonieta Hagenaar

María Antonieta Hagenaar, más conocida como Maruca, fue la primera mujer del poeta Pablo Neruda, a la cual abandonó y fue enviada al campo de concentración de Anna Frank.

Neruda conoció en Java a una joven malaya de origen holandés, María Antonieta Hagenaar. Con ella se casó en 1930. Era hija de holandeses, residía allí con su familia. Sin duda, en aquel tiempo, su joven novia le resultó buena compañía para conocer mejor la feraz isla.

 “Había conocido una criolla, vale decir holandesa con unas gotas de sangre malaya, que me gustaba mucho. Era una mujer alta y suave, extraña totalmente al mundo de las artes y las letras“, dice Neruda en Confieso que he Vivido.

Pablo Neruda en su cargo de cónsul de Chile es trasladado a Singapur en 1931 y Maruca viaja donde él. Pero la estancia del matrimonio fue breve, pues la crisis mundial obliga al gobierno chileno a suprimir ese cargo. Maruca llega a Chile en 1932, acompañando a su marido de regreso a su lejano país natal.

María Antonieta llega a Temuco donde sufre la fría recepción de la familia de su marido. No necesita mucho dominio del idioma ni demasiada sagacidad para notar entre esa gente el poco entusiasmo por la llegada de un joven sin oficio, sin recursos ni ahorros, sin expectativas económicas, poeta más encima, pero acompañado de una mujer sana, fuerte, de buen apetito, y, por si fuera poco, una extranjera que ni siquiera domina el castellano.

La pareja pronto parte a Santiago. Neruda se reincorpora enseguida a su ambiente que no ha variado mucho desde su partida a hacerse cargo del consulado. Se sabe que María Antonieta Hagenaar tampoco fue bien acogida por los amigos.

Maruca y Pablo parten a Buenos Aires en agosto de 1933. Volviendo al hogar nerudiano, Pablo y Maruca se empeñaron en disimular las discrepancias y éstas no se traslucían en el ámbito diplomático.

Los Neruda no permanecieron en Buenos Aires y partieron a España en 1934. Ansiedad, temor y alegría ante el nacimiento de su próxima hija, le darán a Maruca ánimos para enfrentar un nuevo arribo a otro mundo extraño. Y llegaron a Madrid donde su marido sucederá a Gabriela Mistral en el consulado.

Maruca tuvo una hija (única hija de Neruda) a la que llamaron Malva Marina Pero una lamentabla noticia arruinó la felicidad de la pereja. El médico les explica que la criatura tiene una grave enfermedad, hidrocefalia. Se agudizan todas las desavenencias, son inevitables los rencores, las sospechas, las suposiciones estériles y corrosivas.

Maruca se negó a aceptar el divorcio que el Nobel quiso dar por hecho tras abandonarla, tanto a ella como a su única hija.

Ésta es la carta desesperada en la que María Antonia Hagenaar Vogelzang –la primera esposa de Pablo Neruda y madre de su única hija, Malva,a la que Pablo llamaba “vampiresa de 3 kilos«, y a las cuales el poeta  abandonó por otra mujer- le reclama el envío del dinero acordado para poder hacer frente a la manutención de la hija enferma de ambos nacida con hidrocefalia.

Mi querido Cerdo («My dear Pig» en el original): Es realmente imperdonable tu negligencia hacia nosotras, especialmente con tu bebé. Hoy 18 del mes (noviembre de 1938) no he recibido tu dinero. El 1º de este mes tuve que pagar los gastos de alojamiento de Malva Marina por el mes de octubre. Con mi salario sólo pude pagar una parte. Qué vergüenza realmente (…) Ella ha progresado mucho mentalmente (…) No tengo un centavo. Mi último dinero será gastado en enviar esta carta (…) Por favor, envíame el dinero lo antes posible (…) Cumple tus deberes de padre (…).

No conocemos la respuesta de Neruda. Más ocupado en su amante argentina Delia del Carril, 20 años mayor que él, y en la producción de sus poemas, el grito de auxilio desde Holanda de la que oficialmente aún era su mujer, no le hizo despertar del ensimismamiento en el que entonces vivía junto a la bella Delia –La hormiguita, por pequeña y laboriosa, la apodó Neruda-. Porque el amor, pensaba el poeta, «es muy corto y se olvida por tanto tiempo». Y no mentía. Corto, también, había sido su amor por María Antonia -si es que alguna vez sintió amor de verdad por ella.

Con un marido ausente y despreocupado y una hija totalmente dependiente, que apenas podía caminar y hablar, el día a día de Maruca, como él la llamaba siguiendo la costumbre de rebautizar a sus conquistas, consistía únicamente en sobrevivir. Ella, que había nacido en una familia de ricos comerciantes holandeses emigrados a Oriente, inteligente y buena moza, aunque un tanto ingenua, estaba sola y abandonada por su esposo en la Holanda ocupada por los nazis.

Pronto María Antonia se hará a la idea de que ya no podrá creer más a su marido. Las penurias se suceden. Maruca vive en pensiones de mala muerte, el dinero se le acaba y su hija, con el cerebro cada vez más lleno de líquido, reclama muchas más atenciones. A través de organizaciones religiosas, como Christian Science, Maruca consigue dar con una familia de holandeses que residían en Gouda. Hendrik Julsing y Gerdina Sierks aceptan cuidar de la pequeña mientras su madre busca trabajo en La Haya, a menos de una hora por carretera. La tratan como a una más de la familia hasta su muerte, con ocho años, el 2 de marzo de 1943.

Pero aquí no acaban las penurias para Maruca, poco antes de que la II Guerra Mundial terminara, María Antonia fue detenida por los nazis -no por ser judía, sino por tener pasaporte chileno- e internada en el mismo campo de concentración en el que estaba Anna Frank.

Maruca pasa allí un mes entre alambradas, soldados de la SS y perros entrenados para matar. Pero esta vez la suerte no le daría la espalda. Cuando el campo fue liberado (15 de abril de 1945) por las tropas canadienses sólo encontraron 876 prisioneros con vida. Y entre ellos, a la esposa abandonada de Neruda. Nueve días antes de que las puertas del infierno se abrieran definitivamente, moría allí Anna Frank, su vecina en el campo

De María Antonia Hagenaar no queda nada. Ni una lápida que indique el final de su azaroso camino. Tres años después de su liberación, viaja a Chile para errar el doloroso capítulo nerudiano, pues antes se negó a aceptar el divorcio que el poeta quiso dar por hecho tras abandonarla. En noviembre de 1948 firma el divorcio y un acuerdo financiero. Aún tardó en regresar a Holanda. Dicen que se volvió adicta al opio. Un cáncer se la llevó, en 1965, estando de vuelta en La Haya, no lejos de la tumba en la que reposan los restos de su querida Malva Marina, a la que su madre no dejó de visitar hasta el final de sus días.

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